" As� sucede con el mundo que nos rodea. Se hab�a cre�do acabar con
�l asign�ndole un sentido (...) Pero no era sino ilusoria simplificaci�n;
y lejos de resultar m�s claro, el mundo s�lo perdi� con ello paulatinamente
toda vida"
Alain Robbe Grillet.
El viaje que el lector de Mistery Play lleva a cabo es tan atractivo
como desalentador. En las �ltimas p�ginas del c�mic ya conocemos la
verdadera identidad de Frank Carpenter y nos enteramos de su terrible
secreto. No es un detective, es un violador y asesino de una ni�a de
ocho a�os y ha escapado de un manicomio.
Al enterarse el lector se sabe cerca del final, ans�a la develaci�n
del gran enigma sobre el asesinato de Dios y siente que est� al borde
de conocerlo, pero cuando entusiasmado voltea la p�gina no obtiene la
respuesta que esperaba. El secreto ha desaparecido sin siquiera dejarse
ver ni tan s�lo fugazmente y en su lugar un nuevo enigma se suma al
anterior.
Muchos autores buscan opacar y densificar ciertos aspectos de la trama
de sus historias para aumentar el suspenso, otros las llenan de cultas
y oscuras referencias, pero a veces, como en el caso de Morrison en
"Mistery Play" buscan crear ,con el uso de aquellos mismos viejos recursos,
la sensaci�n de significados y secretos que no tienen explicaci�n y
que incluso tal vez no existan.
�Debe acaso el autor manejar los misterios de su obra sin comprenderlos
en su totalidad?. �Puede el creador dejarse llevar por la ca�da libre
de una escritura de la que desconoce el camino y su punto de llegada?
No se debe pretender que nuestros an�lisis sobre cualquier texto siempre
arrojen la develaci�n del anhelado secreto, sino m�s bien se debe aceptar
(en muchas ocasiones) que las ex�gesis a veces pueden resultar tan est�riles
como seductoras.
Ya lo ha dicho claramente David Lynch: "Los misterios son como un
im�n para atraer a la gente. Pero las respuestas pueden resultar frustrantes,
pues a veces nos ense�an cosas que abren las puertas a otros misterios".
(1)
Este
es exactamente el caso del gui�n de Morrison que nos ocupa en esta ocasi�n.
El autor produce esta vez la fusi�n entre un naturalismo y un enrarecido
fant�stico inextricablemente unidos.
Como ya vimos en el cap�tulo anterior primero somos testigos de una
investigaci�n policial (La raz�n en acci�n) de un misterio (que m�s
tarde se revelar� como imposible de resolver) en el peque�o pueblo de
Townely.
"Mistery Play" tensiona nuestro deseo natural de resoluci�n y cierre
total de la historia con el de la imposible aprehensi�n de todos los
secretos de la misma. Esto �ltimo que es su mayor virtud, se convierte
tambi�n en la raz�n de mayor frustraci�n para el lector desprevenido.
La puesta en p�gina y los dibujos de John J. Muth, a ratos excesivamente
fotogr�ficos, acent�an el car�cter de realidad que se contrapone a cada
instante con la irrealidad (o tal vez con cierta bruma fant�stica) de
la historia. El lector siente a cada instante el juego entre realidad
y alucinaci�n, entre lo que un personaje dijo y lo que en verdad quiso
decir, o entre lo visto o lo que se crey� haber visto.
Un recurso habitual en muchas secuencias de "Mistey Play" es esta constante
vacilaci�n. Podemos apreciarla claramente en la secuencia en que Frank
Carpenter, tras asistir a la autopsia del asesinado actor que ha encarnado
a Dios, entra inopinadamente en otra habitaci�n del hospital en la que
ve a un enigm�tico personaje -perm�taseme la licencia- "autopsiando"
un sobretodo.
Por primera vez se hace alusi�n a la extra�a cualidad de los abrigos
que volver� a tener protagonismo en el oscuro desenlace de la obra.
Ciertamente estamos ante un estado alucinatorio de Carpenter, una transformaci�n-
sublimaci�n de los hechos vistos por �l mismo en la autopsia real.
La realidad es trastocada por su propia mente que le comunica datos,
hechos e incluso le entrega pistas sobre el futuro. �Es Frank Carpenter
un loco de remate o un m�dium maldito e hipersensible que asiste al
espect�culo de terribles y significantes visiones?
La periodista y el detective, dos buscadores de la verdad se contraponen
a un alcalde y un sacerdote encargados de ocultar y torcer algunas verdades.
Periodista y detective creen encontrar, o al menos estar cerca de la
resoluci�n de sus respectivos enigmas. Sin embargo la develaci�n de
uno, nos impedir� conocer la revelaci�n del otro. Citemos una vez m�s
a Lynch, una especie de eminencia en lo referido a lo enigm�tico y siniestro
contempor�neo: "Es mejor no saber lo que significan ciertas cosas,
o c�mo debieran ser interpretadas. El temor nos impedir�a que continuasen
sucediendo. La psicolog�a destruye el misterio, su cualidad m�gica"
(2).
"Mistery Play" se desliza peligrosa y progresivamente hacia un cierto
tipo de ilegibilidad ante la que no deber�amos asustarnos, pues el no
entender toda la trama no debe constituirse en un impedimento para disfrutar
de las historias.
�Por qu� exigirle a la narraci�n lo que no se le pide a la m�sica, la
pintura o la danza con la misma vehemencia? �No puede el arte estar
lleno de los peque�os misterios que nos envuelven en la (a veces) irracionalidad
de nuestra propia cotidianidad?
El todo por la parte
Volvamos a la secuencia de la autopsia. El m�dico blande una gran cuchilla
a punto de cortar la garganta del cad�ver, al mismo tiempo que mantiene
la siguiente conversaci�n con Carpenter:
Dr.: -Es casi como abrir un reloj. Tantas ruedecitas y engranajes.
Carpenter: �se es uno de los problemas de la medicina, de la ciencia,
en general: tiende a ver a la gente y a las cosas... bueno, como un
mont�n de piezas, no como un todo. No creo que sea la mejor postura.
Dr.: Oh, pero sin duda el arte detectivesco es lo mismo. �No se dedica
usted a desmontar hechos? Para entender las cosas, siempre es necesario
reducirlas a las partes que las componen. "Dios est� en los detalles".
O, en este caso, los detalles est�n en Dios.
M�s adelante el propio Carpenter insistir� en esta idea cuando hable
por primera vez con la periodista Annie Wolf:
"Creo que todo lo que ocurre cerca de un asesinato es significativo.
El vuelo de los p�jaros, la forma de las nubes, la posici�n de las estrellas,
lo que tiran los transe�ntes, todo. Si hay una cerilla, debo saber d�nde
fue hecha y de qu� �rbol sali� la madera. Nada ocurre en el vac�o. Las
cosas aisladas pierden su sentido. La ciencia empieza a entender que
el universo es una vasta red de interconexiones. Lo m�s peque�o afecta
lo m�s grande (...) No quiero examinar los pedazos de un hecho. �Entiende?
Los fragmentos no me sirven. Quiero verlo entero, en relaci�n con todo.
S�lo entonces aparece el significado".
Esta negaci�n sin�cdotica de la realidad le permite a Carpenter creer
que podr� finalmente acceder a la verdad. Para �l los fragmentos son
in�tiles. S�lo una visi�n total puede conducirlo a la verdad. En su
obsesi�n Carpenter no niega la posibilidad de que en cada elemento por
m�nimo que sea, est� contenida la verdad final, es m�s, su mapa mental
se acerca en alguna medida a la teor�a de los fractales en los que hasta
la m�s peque�a parte de ellos, es una repetici�n exacta e infinita del
conjunto total.
�Por qu� detenerse entonces en los detalles agotadores, en la disecci�n
fina, si el todo es igual a la parte?
Carpenter cree que si fu�ramos capaces de tomar la distancia adecuada
de la realidad ser�amos capaces de reconocer los vasos comunicantes
y de develar las relaciones ocultas detr�s de todo. Una vez m�s los
�rboles impiden ver el bosque y los espejos retrovisores nos advierten
agoreramente que los objetos est�n m�s cerca de lo que aparentan. C�mo
bien lo describiera Omar Calabrese en su imprescindible libro "La era
neobarroca": "(...) el detalle de los sistemas o su fragmentaci�n
se hacen aut�nomos, con valorizaciones propias y hacen literalmente
"perder de vista" los grandes cuadros de referencia general" (3).
Nada en el desenlace de "Mistery Play" afirma que el m�todo del falso
detective Carpenter no tuvo �xito ni de que no haya sido capaz de descubrir
efectivamente al asesino de Dios, �nicamente podemos elucubrar que si
finalmente lo supo, jam�s tuvo oportunidad de dec�rnoslo.
El efecto mariposa
Poco antes del cl�max final, Morrison detiene un par de veces el desarrollo
de la trama principal para incorporar lo que podriamos llamarse "disgresiones
narrativas".
En varias p�ginas vemos vi�etas que describen a gentes en actitudes
cotidianas y con di�logos totalmente ajenos a la historia principal.
Pareciera reforzarse as� la idea de que "nada ocurre en el vac�o". Todo
hecho por m�s insignificante y perif�rico acaecido en Townely est� siendo
afectado por la investigaci�n y a su vez afecta el desarrollo de la
misma.
Esta idea de la interrelaci�n de todo lo existente ya la hab�amos visto
en la teor�a del campo morfogen�tico presente en Animal Man, el primer
c�mic de Morrison para la industria norteamericana (ver art�culo: "Animal
Man: El secreto del universo" en la secci�n biblioteca del sitio web
de Ergocomics)
La teor�a del campo morfogen�tico era entendida all� como "una red
de incontables campos m�s peque�os, de planos que gu�an la formaci�n
de �tomos en mol�culas, c�lulas, tejidos, �rganos, sistemas". Una
especie de campo vital formado por todas las criaturas que han existido
y de las que Animal Man, asum�a sus caracter�sticas tot�micas como si
fuese un shaman tribal, obteniendo as� sus poderes.
Quiz�s en este tema relativo a la relaci�n entre lo micro y la macro
exista un nexo entre el trabajo de Morrison y el del guionista de Northampton,
Alan Moore. El espa�ol Jaime Rodr�guez afirma en su interesant�simo
ensayo sobre Moore que uno de los hitos fundamentales en las obras del
guionista y mago ingl�s es: "el tema de que todos nosotros, con nuestras
decisiones, hacemos el mundo, de que no s�lo cuentan las decisiones
de la gente importante, sino todas y cada una de nuestras decisiones,
de nuestros actos". (4)
Morrison y Moore parecen concordar en enunciar la acci�n del famoso
"efecto mariposa" que ya no s�lo afectar�a el clima del mundo, sino
que tambi�n nuestra vida en su totalidad, incluyendo nuestros sistemas
pol�ticos, econ�micos y sociales.
Para Moore esto supone una verdadera bandera pol�tica y afirma: "Si
el efecto mariposa es verdadero para el clima, tiene que serlo tambi�n
para los sistemas pol�ticos. Y tambi�n para los sistemas sociales. (...)
Vendr�a a suponer que el mundo ofrece la posibilidad de que la gente
sienta que es una parte activa y que lo que haga tiene tantas repercusiones
como lo que haga la gente m�s poderosa" (5)
Sin embargo, Morrison pareciera decirnos que somos incapaces de ordenar
y siquiera entender estos niveles de complejidad (ya que no caos) y
que efectivamente hay relaciones y consecuencias que se establecen frente
a nuestras propias narices, pero que funcionan en total indiferencia
de nosotros.
Lo que en Moore es posibilidad, en Morrison quiz�s sea una nueva expresi�n
de nihilismo.
La lengua serpentina: la verdad al pared�n
Especialmente significante resulta ser la secuencia en que Carpenter
interroga a su primer y �nico sospechoso del asesinato de Dios. Y qu�
mejor posibilidad que Severs, el actor que ha interpretado al Demonio
en la pieza teatral.
La mente de Carpenter vuelve a trastocarlo todo. S�bitamente se ve junto
al mism�simo �ngel ca�do en una secuencia particularmente �cida.
En este encuentro alucinatorio Carpenter se enfrenta a su propia penumbra,
a todo lo que en �l le grita que no hay forma de dar con la clave, que
ya todo est� perdido, que nada se puede hacer, que no existe el libre
albedr�o, sino �nicamente un determinismo insalvable y fatal.
Esta secuencia situada casi a la mitad de la historia constituye el
momento de vacilaci�n, la tentaci�n del h�roe. Morrison incorpora aqu�
un nuevo antecedente del maldito secreto de Carpenter que a�n estamos
a muchas p�ginas de conocer.
Demonio: El saber puede destrozarte �Lo sab�as?. �Cu�nto conocimiento
puedes soportar?. �Eres lo bastante fuerte como para conocer la verdad
que dices buscar? No lo creo.
Carpenter: Yo s�lo intento entender las cosas. No creo que se deban
desmontar las cosas para entenderlas �sabes?. No creo en la vivisecci�n...
matar cosas... abrirlas...
Demonio: No creo que sepas qu� dices. No. S�lo son palabras perfumadas
para tapar el hedor a mierda. �M�rate imb�cil! Escarbas en tus heces
y pretendes buscar el "sentido".
Carpenter: No. No puede ser. Existe un orden en las cosas. No siempre
lo vemos, pero existe. A veces nos extraviamos, pero el camino est�
ah�...
Demonio: El �nico orden es el que imponemos sobre las cosas m�s d�biles.
Lo sabes tan bien como yo. S� que lo sabes.
El demonio explota a su antojo la ansiedad desmesurada y el obsesivo
deseo de saber que padece Carpenter. (Concupiscentia irresistibilis)
Ello favorece enormemente el enga�o premeditado de la lengua serpentina.
Carpenter no acepta un mundo sin la escritura oculta de Dios, sin un
sentido final que explique el horror de su propia vida. La tentaci�n
del detective alude a nuestro propio irresistible deseo como lectores
por desentra�ar el enigma de "Mistery Play".
La verdad huye, se deja entrever, se insin�a y como es bien sabido aludir
es atraer. El demonio de Carpenter azuza su Curiositas y la nuestra.
Personaje y lector son afectados por la misma tentaci�n. Sufrimos la
acci�n de la vieja f�rmula sat�nica de hacer ver parte para hacer desaparecer
todo.
Carpenter se perfila aqu� como un personaje tr�gico atrapado por sus
propias y aterradoras pasiones. Su mente enferma se obsesiona con la
�nica posibilidad de redenci�n que se ha impuesto a s� mismo, una verdadera
tarea sacra en la que ha depositado sus �ltimas esperanzas y que consiste
en descubrir un crimen m�s aberrante que el suyo propio y precisamente
se empe�a en descifrar el m�s abominable de todos los cr�menes posibles
de imaginar: el asesinato de Dios.
Misterios finales
"Mistery Play" acaba como empieza. En una ceremonia colectiva atestiguamos
una nueva ca�da. Esta vez se trata del propio Frank Carpenter. Su des-gracia
se produce tambi�n en una especie de rito pagano de destrucci�n que
quiere parodiar el sacrificio del cordero cristiano, al tiempo que la
verdad (o su sombra fugaz al menos) se nos escurre por el rabillo del
ojo. Finalmente s�lo nos queda una gabardina clavada en una cruz, ondulando
al viento, tan vac�a como nosotros y nuestra perplejidad.
Un cr�ptico ep�logo situado 10 a�os despu�s nos muestra a la ahora exitosa
Annie Woolf, la responsable de haber desenmascarado al falso polic�a
y que hoy parece disfrutar del �xito de su best seller que da cuenta
de los extra�os hechos ocurridos en Townely y que ahora renacen convertidos
en un esperado tele-filme. ("Espero que me interprete una actriz
decente")
Morrison sabe otorgar a este breve ep�logo una cualidad an�mala y desconcertante.
En la �ltima p�gina vemos a Annie Woolf cabeza gacha, vistiendo una
inquietante gabardina que ni siquiera recuerda como suya. Parece tan
aturdida y desconcertada como el lector. Ella puede historiar todo lo
sucedido, pero es incapaz de establecer las relaciones pertinentes y
descifrar el c�digo final.
El secreto persistir�.
As� termina uno de los guiones m�s radicales perpetrados por Morrison.
Es cierto que no posee la frescura de Animal Man, ni la febrilidad de
la Doom Patrol y Kid Eternity, pero tiene el sello de haber sido tan
madurado y estudiado como Arkham Asylum. Quiz�s por ese el c�mic menos
accesible y desconcertante del escoc�s, pero bajo su densa lectura siguen
emergiendo las mismas irreverencias y obsesiones.
Al escribir sobre esta novela gr�fica espero haber contribuido al menos
a indicarles algunas pocas v�as de disfrute de ella y no de interpretaci�n,
esa odiosa pr�ctica tan tributaria de la narrativa convencional que,
en lugar de dejarnos llevar por la musicalidad o la disposici�n de las
palabras e im�genes, nos insta siempre a la dictadura de la ex�gesis,
incluso en el caso de aquellos textos que no lo necesitan o que son
refractarios a los an�lisis. No obstante este es, a ratos, tambi�n el
pecado de mi propio texto.
Disfruten de la lectura de "Mistery Play". Ella nos indica que la presencia
y permanencia de un misterio (y su penumbra) bien pueden provocarnos,
miedo, terror e incluso seducci�n y espectaci�n, pero en ning�n caso
la abulia de una obviedad y una claridad asfixiantes.
Continuando con esta serie dedicada al trabajo del guionista Grant Morrison,
en el pr�ximo art�culo hablaremos de la historia que escribi� para el
personaje de John Constantine en su serie regular "Hellblazer" y la
desquiciante y an�rquica "Kill your Boyfriend".
Continuar�...
(1) Hispano, Andr�s, David Lynch: Claroscuro Americano, ediciones Gl�nat
S.L.,1998, p. 17.
(2) Hispano, Andr�s, Op. cit., p. 14
(3) Calabrese, Omar, La era neobarroca, C�tedra, Madrid, 1987, p. 105
(4) Rodr�guez, Jaime, Alan Moore: El tebeo de los 90, Los archivos,
El Bolet�n, Barcelona, 1995, p. 35.
(5) Rodr�guez Jaime, Op. cit., p. 35 |
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