Mistery Play: El enigma como recurso

Septima Parte : Cap�tulo 2

por Carlos Reyes G.

" As� sucede con el mundo que nos rodea. Se hab�a cre�do acabar con �l asign�ndole un sentido (...) Pero no era sino ilusoria simplificaci�n; y lejos de resultar m�s claro, el mundo s�lo perdi� con ello paulatinamente toda vida"
Alain Robbe Grillet.



El viaje que el lector de Mistery Play lleva a cabo es tan atractivo como desalentador. En las �ltimas p�ginas del c�mic ya conocemos la verdadera identidad de Frank Carpenter y nos enteramos de su terrible secreto. No es un detective, es un violador y asesino de una ni�a de ocho a�os y ha escapado de un manicomio.

Al enterarse el lector se sabe cerca del final, ans�a la develaci�n del gran enigma sobre el asesinato de Dios y siente que est� al borde de conocerlo, pero cuando entusiasmado voltea la p�gina no obtiene la respuesta que esperaba. El secreto ha desaparecido sin siquiera dejarse ver ni tan s�lo fugazmente y en su lugar un nuevo enigma se suma al anterior.

Muchos autores buscan opacar y densificar ciertos aspectos de la trama de sus historias para aumentar el suspenso, otros las llenan de cultas y oscuras referencias, pero a veces, como en el caso de Morrison en "Mistery Play" buscan crear ,con el uso de aquellos mismos viejos recursos, la sensaci�n de significados y secretos que no tienen explicaci�n y que incluso tal vez no existan.

�Debe acaso el autor manejar los misterios de su obra sin comprenderlos en su totalidad?. �Puede el creador dejarse llevar por la ca�da libre de una escritura de la que desconoce el camino y su punto de llegada?

No se debe pretender que nuestros an�lisis sobre cualquier texto siempre arrojen la develaci�n del anhelado secreto, sino m�s bien se debe aceptar (en muchas ocasiones) que las ex�gesis a veces pueden resultar tan est�riles como seductoras.

Ya lo ha dicho claramente David Lynch: "Los misterios son como un im�n para atraer a la gente. Pero las respuestas pueden resultar frustrantes, pues a veces nos ense�an cosas que abren las puertas a otros misterios". (1)

Este es exactamente el caso del gui�n de Morrison que nos ocupa en esta ocasi�n.

El autor produce esta vez la fusi�n entre un naturalismo y un enrarecido fant�stico inextricablemente unidos.
Como ya vimos en el cap�tulo anterior primero somos testigos de una investigaci�n policial (La raz�n en acci�n) de un misterio (que m�s tarde se revelar� como imposible de resolver) en el peque�o pueblo de Townely.

"Mistery Play" tensiona nuestro deseo natural de resoluci�n y cierre total de la historia con el de la imposible aprehensi�n de todos los secretos de la misma. Esto �ltimo que es su mayor virtud, se convierte tambi�n en la raz�n de mayor frustraci�n para el lector desprevenido.

La puesta en p�gina y los dibujos de John J. Muth, a ratos excesivamente fotogr�ficos, acent�an el car�cter de realidad que se contrapone a cada instante con la irrealidad (o tal vez con cierta bruma fant�stica) de la historia. El lector siente a cada instante el juego entre realidad y alucinaci�n, entre lo que un personaje dijo y lo que en verdad quiso decir, o entre lo visto o lo que se crey� haber visto.

Un recurso habitual en muchas secuencias de "Mistey Play" es esta constante vacilaci�n. Podemos apreciarla claramente en la secuencia en que Frank Carpenter, tras asistir a la autopsia del asesinado actor que ha encarnado a Dios, entra inopinadamente en otra habitaci�n del hospital en la que ve a un enigm�tico personaje -perm�taseme la licencia- "autopsiando" un sobretodo.

Por primera vez se hace alusi�n a la extra�a cualidad de los abrigos que volver� a tener protagonismo en el oscuro desenlace de la obra. Ciertamente estamos ante un estado alucinatorio de Carpenter, una transformaci�n- sublimaci�n de los hechos vistos por �l mismo en la autopsia real.
La realidad es trastocada por su propia mente que le comunica datos, hechos e incluso le entrega pistas sobre el futuro. �Es Frank Carpenter un loco de remate o un m�dium maldito e hipersensible que asiste al espect�culo de terribles y significantes visiones?

La periodista y el detective, dos buscadores de la verdad se contraponen a un alcalde y un sacerdote encargados de ocultar y torcer algunas verdades.

Periodista y detective creen encontrar, o al menos estar cerca de la resoluci�n de sus respectivos enigmas. Sin embargo la develaci�n de uno, nos impedir� conocer la revelaci�n del otro. Citemos una vez m�s a Lynch, una especie de eminencia en lo referido a lo enigm�tico y siniestro contempor�neo: "Es mejor no saber lo que significan ciertas cosas, o c�mo debieran ser interpretadas. El temor nos impedir�a que continuasen sucediendo. La psicolog�a destruye el misterio, su cualidad m�gica" (2).

"Mistery Play" se desliza peligrosa y progresivamente hacia un cierto tipo de ilegibilidad ante la que no deber�amos asustarnos, pues el no entender toda la trama no debe constituirse en un impedimento para disfrutar de las historias.

�Por qu� exigirle a la narraci�n lo que no se le pide a la m�sica, la pintura o la danza con la misma vehemencia? �No puede el arte estar lleno de los peque�os misterios que nos envuelven en la (a veces) irracionalidad de nuestra propia cotidianidad?



El todo por la parte

Volvamos a la secuencia de la autopsia. El m�dico blande una gran cuchilla a punto de cortar la garganta del cad�ver, al mismo tiempo que mantiene la siguiente conversaci�n con Carpenter:

Dr.: -Es casi como abrir un reloj. Tantas ruedecitas y engranajes.

Carpenter: �se es uno de los problemas de la medicina, de la ciencia, en general: tiende a ver a la gente y a las cosas... bueno, como un mont�n de piezas, no como un todo. No creo que sea la mejor postura.

Dr.: Oh, pero sin duda el arte detectivesco es lo mismo. �No se dedica usted a desmontar hechos? Para entender las cosas, siempre es necesario reducirlas a las partes que las componen. "Dios est� en los detalles". O, en este caso, los detalles est�n en Dios.


M�s adelante el propio Carpenter insistir� en esta idea cuando hable por primera vez con la periodista Annie Wolf:

"Creo que todo lo que ocurre cerca de un asesinato es significativo. El vuelo de los p�jaros, la forma de las nubes, la posici�n de las estrellas, lo que tiran los transe�ntes, todo. Si hay una cerilla, debo saber d�nde fue hecha y de qu� �rbol sali� la madera. Nada ocurre en el vac�o. Las cosas aisladas pierden su sentido. La ciencia empieza a entender que el universo es una vasta red de interconexiones. Lo m�s peque�o afecta lo m�s grande (...) No quiero examinar los pedazos de un hecho. �Entiende? Los fragmentos no me sirven. Quiero verlo entero, en relaci�n con todo. S�lo entonces aparece el significado".

Esta negaci�n sin�cdotica de la realidad le permite a Carpenter creer que podr� finalmente acceder a la verdad. Para �l los fragmentos son in�tiles. S�lo una visi�n total puede conducirlo a la verdad. En su obsesi�n Carpenter no niega la posibilidad de que en cada elemento por m�nimo que sea, est� contenida la verdad final, es m�s, su mapa mental se acerca en alguna medida a la teor�a de los fractales en los que hasta la m�s peque�a parte de ellos, es una repetici�n exacta e infinita del conjunto total.

�Por qu� detenerse entonces en los detalles agotadores, en la disecci�n fina, si el todo es igual a la parte?

Carpenter cree que si fu�ramos capaces de tomar la distancia adecuada de la realidad ser�amos capaces de reconocer los vasos comunicantes y de develar las relaciones ocultas detr�s de todo. Una vez m�s los �rboles impiden ver el bosque y los espejos retrovisores nos advierten agoreramente que los objetos est�n m�s cerca de lo que aparentan. C�mo bien lo describiera Omar Calabrese en su imprescindible libro "La era neobarroca": "(...) el detalle de los sistemas o su fragmentaci�n se hacen aut�nomos, con valorizaciones propias y hacen literalmente "perder de vista" los grandes cuadros de referencia general" (3).

Nada en el desenlace de "Mistery Play" afirma que el m�todo del falso detective Carpenter no tuvo �xito ni de que no haya sido capaz de descubrir efectivamente al asesino de Dios, �nicamente podemos elucubrar que si finalmente lo supo, jam�s tuvo oportunidad de dec�rnoslo.


El efecto mariposa

Poco antes del cl�max final, Morrison detiene un par de veces el desarrollo de la trama principal para incorporar lo que podriamos llamarse "disgresiones narrativas".


En varias p�ginas vemos vi�etas que describen a gentes en actitudes cotidianas y con di�logos totalmente ajenos a la historia principal. Pareciera reforzarse as� la idea de que "nada ocurre en el vac�o". Todo hecho por m�s insignificante y perif�rico acaecido en Townely est� siendo afectado por la investigaci�n y a su vez afecta el desarrollo de la misma.

Esta idea de la interrelaci�n de todo lo existente ya la hab�amos visto en la teor�a del campo morfogen�tico presente en Animal Man, el primer c�mic de Morrison para la industria norteamericana (ver art�culo: "Animal Man: El secreto del universo" en la secci�n biblioteca del sitio web de Ergocomics)

La teor�a del campo morfogen�tico era entendida all� como "una red de incontables campos m�s peque�os, de planos que gu�an la formaci�n de �tomos en mol�culas, c�lulas, tejidos, �rganos, sistemas". Una especie de campo vital formado por todas las criaturas que han existido y de las que Animal Man, asum�a sus caracter�sticas tot�micas como si fuese un shaman tribal, obteniendo as� sus poderes.

Quiz�s en este tema relativo a la relaci�n entre lo micro y la macro exista un nexo entre el trabajo de Morrison y el del guionista de Northampton, Alan Moore. El espa�ol Jaime Rodr�guez afirma en su interesant�simo ensayo sobre Moore que uno de los hitos fundamentales en las obras del guionista y mago ingl�s es: "el tema de que todos nosotros, con nuestras decisiones, hacemos el mundo, de que no s�lo cuentan las decisiones de la gente importante, sino todas y cada una de nuestras decisiones, de nuestros actos". (4)

Morrison y Moore parecen concordar en enunciar la acci�n del famoso "efecto mariposa" que ya no s�lo afectar�a el clima del mundo, sino que tambi�n nuestra vida en su totalidad, incluyendo nuestros sistemas pol�ticos, econ�micos y sociales.

Para Moore esto supone una verdadera bandera pol�tica y afirma: "Si el efecto mariposa es verdadero para el clima, tiene que serlo tambi�n para los sistemas pol�ticos. Y tambi�n para los sistemas sociales. (...) Vendr�a a suponer que el mundo ofrece la posibilidad de que la gente sienta que es una parte activa y que lo que haga tiene tantas repercusiones como lo que haga la gente m�s poderosa" (5)

Sin embargo, Morrison pareciera decirnos que somos incapaces de ordenar y siquiera entender estos niveles de complejidad (ya que no caos) y que efectivamente hay relaciones y consecuencias que se establecen frente a nuestras propias narices, pero que funcionan en total indiferencia de nosotros.

Lo que en Moore es posibilidad, en Morrison quiz�s sea una nueva expresi�n de nihilismo.


La lengua serpentina: la verdad al pared�n

Especialmente significante resulta ser la secuencia en que Carpenter interroga a su primer y �nico sospechoso del asesinato de Dios. Y qu� mejor posibilidad que Severs, el actor que ha interpretado al Demonio en la pieza teatral.
La mente de Carpenter vuelve a trastocarlo todo. S�bitamente se ve junto al mism�simo �ngel ca�do en una secuencia particularmente �cida.
En este encuentro alucinatorio Carpenter se enfrenta a su propia penumbra, a todo lo que en �l le grita que no hay forma de dar con la clave, que ya todo est� perdido, que nada se puede hacer, que no existe el libre albedr�o, sino �nicamente un determinismo insalvable y fatal.

Esta secuencia situada casi a la mitad de la historia constituye el momento de vacilaci�n, la tentaci�n del h�roe. Morrison incorpora aqu� un nuevo antecedente del maldito secreto de Carpenter que a�n estamos a muchas p�ginas de conocer.


Demonio: El saber puede destrozarte �Lo sab�as?. �Cu�nto conocimiento puedes soportar?. �Eres lo bastante fuerte como para conocer la verdad que dices buscar? No lo creo.

Carpenter: Yo s�lo intento entender las cosas. No creo que se deban desmontar las cosas para entenderlas �sabes?. No creo en la vivisecci�n... matar cosas... abrirlas...

Demonio: No creo que sepas qu� dices. No. S�lo son palabras perfumadas para tapar el hedor a mierda. �M�rate imb�cil! Escarbas en tus heces y pretendes buscar el "sentido".

Carpenter: No. No puede ser. Existe un orden en las cosas. No siempre lo vemos, pero existe. A veces nos extraviamos, pero el camino est� ah�...

Demonio: El �nico orden es el que imponemos sobre las cosas m�s d�biles. Lo sabes tan bien como yo. S� que lo sabes.



El demonio explota a su antojo la ansiedad desmesurada y el obsesivo deseo de saber que padece Carpenter. (Concupiscentia irresistibilis) Ello favorece enormemente el enga�o premeditado de la lengua serpentina.

Carpenter no acepta un mundo sin la escritura oculta de Dios, sin un sentido final que explique el horror de su propia vida. La tentaci�n del detective alude a nuestro propio irresistible deseo como lectores por desentra�ar el enigma de "Mistery Play".

La verdad huye, se deja entrever, se insin�a y como es bien sabido aludir es atraer. El demonio de Carpenter azuza su Curiositas y la nuestra.
Personaje y lector son afectados por la misma tentaci�n. Sufrimos la acci�n de la vieja f�rmula sat�nica de hacer ver parte para hacer desaparecer todo.

Carpenter se perfila aqu� como un personaje tr�gico atrapado por sus propias y aterradoras pasiones. Su mente enferma se obsesiona con la �nica posibilidad de redenci�n que se ha impuesto a s� mismo, una verdadera tarea sacra en la que ha depositado sus �ltimas esperanzas y que consiste en descubrir un crimen m�s aberrante que el suyo propio y precisamente se empe�a en descifrar el m�s abominable de todos los cr�menes posibles de imaginar: el asesinato de Dios.


Misterios finales

"Mistery Play" acaba como empieza. En una ceremonia colectiva atestiguamos una nueva ca�da. Esta vez se trata del propio Frank Carpenter. Su des-gracia se produce tambi�n en una especie de rito pagano de destrucci�n que quiere parodiar el sacrificio del cordero cristiano, al tiempo que la verdad (o su sombra fugaz al menos) se nos escurre por el rabillo del ojo. Finalmente s�lo nos queda una gabardina clavada en una cruz, ondulando al viento, tan vac�a como nosotros y nuestra perplejidad.

Un cr�ptico ep�logo situado 10 a�os despu�s nos muestra a la ahora exitosa Annie Woolf, la responsable de haber desenmascarado al falso polic�a y que hoy parece disfrutar del �xito de su best seller que da cuenta de los extra�os hechos ocurridos en Townely y que ahora renacen convertidos en un esperado tele-filme. ("Espero que me interprete una actriz decente")

Morrison sabe otorgar a este breve ep�logo una cualidad an�mala y desconcertante. En la �ltima p�gina vemos a Annie Woolf cabeza gacha, vistiendo una inquietante gabardina que ni siquiera recuerda como suya. Parece tan aturdida y desconcertada como el lector. Ella puede historiar todo lo sucedido, pero es incapaz de establecer las relaciones pertinentes y descifrar el c�digo final.

El secreto persistir�.
As� termina uno de los guiones m�s radicales perpetrados por Morrison. Es cierto que no posee la frescura de Animal Man, ni la febrilidad de la Doom Patrol y Kid Eternity, pero tiene el sello de haber sido tan madurado y estudiado como Arkham Asylum. Quiz�s por ese el c�mic menos accesible y desconcertante del escoc�s, pero bajo su densa lectura siguen emergiendo las mismas irreverencias y obsesiones.

Al escribir sobre esta novela gr�fica espero haber contribuido al menos a indicarles algunas pocas v�as de disfrute de ella y no de interpretaci�n, esa odiosa pr�ctica tan tributaria de la narrativa convencional que, en lugar de dejarnos llevar por la musicalidad o la disposici�n de las palabras e im�genes, nos insta siempre a la dictadura de la ex�gesis, incluso en el caso de aquellos textos que no lo necesitan o que son refractarios a los an�lisis. No obstante este es, a ratos, tambi�n el pecado de mi propio texto.

Disfruten de la lectura de "Mistery Play". Ella nos indica que la presencia y permanencia de un misterio (y su penumbra) bien pueden provocarnos, miedo, terror e incluso seducci�n y espectaci�n, pero en ning�n caso la abulia de una obviedad y una claridad asfixiantes.

Continuando con esta serie dedicada al trabajo del guionista Grant Morrison, en el pr�ximo art�culo hablaremos de la historia que escribi� para el personaje de John Constantine en su serie regular "Hellblazer" y la desquiciante y an�rquica "Kill your Boyfriend".


Continuar�...



(1) Hispano, Andr�s, David Lynch: Claroscuro Americano, ediciones Gl�nat S.L.,1998, p. 17.

(2) Hispano, Andr�s, Op. cit., p. 14

(3) Calabrese, Omar, La era neobarroca, C�tedra, Madrid, 1987, p. 105

(4) Rodr�guez, Jaime, Alan Moore: El tebeo de los 90, Los archivos, El Bolet�n, Barcelona, 1995, p. 35.

(5) Rodr�guez Jaime, Op. cit., p. 35