An�lisis de Obras y Autores
Comic y Literatura
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LIHN BAJO SOSPECHA


El primero que apareci�, ya sea por chauvinismo, por sugerencia o por casualidad, fue Enrique Lihn. Al abrir sus p�ginas no pude evitar recordar el terrible dolor de cabeza que me evoc� su lectura. Es un c�mic dif�cil de leer, no s�lo por la compleja estructura de l�neas de acci�n y lenguaje a veces cr�ptico para el ne�fito, sino por la ca�tica disposici�n del texto escrito en los globos y el estilo de dibujo que muchas veces recuerda garabateos de cuaderno escolar. Vino a mi memoria tambi�n esa impresi�n de invasor que sent� cuando vi los originales expuestos en el Primer Sal�n del C�mic y la Ilustraci�n de Valpara�so el a�o 1992. Se trataba para m�, en ese momento, de alguien que proven�a de otro �mbito y que, cubierto por su fama de escritor, pretend�a imponerse sobre el resto que conoc�a este arte desde el momento en que aprendi� a leer. Pero cuando vi los dibujos y las p�ginas, me di cuenta de que Lihn sab�a m�s o menos bien lo que estaba haciendo. Sent� en ese momento la l�stima de haberlo perdido y me puse a reflexionar sobre la reacci�n de la mayor�a de los dibujantes, casi todos j�venes, que all� se encontraban. La mayor�a condenaba la ilegibilidad visual con que se propon�a la obra; sin embargo muchos de ellos eran admiradores del underground norteamericano de los a�os sesenta y setenta, que para m� constituyen la base hist�rica desde el c�mic sobre la cual se funda la visualidad de �Roma, la loba�. Otros despreciaban o desconfiaban del contenido de la obra (que debo reconocer que para m� resulta a veces misterioso) puesto que cre�an ver demasiadas claves personales. Creo que ese es uno de los detalles que ahora me hacen pensar m�s sobre el problema de abordar desde la literatura un c�mic.

El c�mic es un lenguaje sometido, como el cine o la fotonovela, a las exigencias comerciales de las grandes y peque�as empresas. Toda su historia se ha debatido entre ser un arte y un medio de comunicaci�n, una artesan�a y un medio de reproducci�n mec�nica masiva. Las costumbres dictan los c�nones y en el caso de los c�mics es el consumo de productos sint�ticos predigeridos el que dicta la rentabilidad con la que se mide normalmente, de manera err�nea, la "calidad" de un c�mic. Por supuesto que hay experiencias de otro tipo, de un c�mic adulto y de profundo contenido, un c�mic que respeta a sus lectores proponi�ndoles desaf�os inteligentes desde el punto de vista de formal. Pero lo que llama la atenci�n es que ese c�mic se produce justamente en aquellos pa�ses que ya se encuentran plagados de producciones que promueven la imbecilidad y enajenaci�n de sus lectores. Pa�ses que cuentan con legiones de borregos que consumen casi con descuido cualquier porquer�a que le pongan por delante, sin siquiera preguntarse el por qu� lo est�n leyendo. Bueno, es ah� mismo donde podemos encontrar estas verdaderas obras de arte. Es ese el momento en que normalmente la industria se permite imprimir c�mics de calidad para aquellos pocos (cuyo n�mero no es despreciable) que disfrutan con historias originales, bien contadas y hermosamente dibujadas (aunque se trate de estilos fe�stas).

De lo que no se hab�an dado cuenta los historietistas que hab�an sospechado de Lihn, es que �l hac�a exactamente lo mismo que ellos hab�an hecho durante los tiempos subterr�neos de la dictadura. La diferencia estaba en que �l ten�a plena conciencia de autor, cuando casi todos nosotros nos debat�amos entre nuestras aspiraciones personales y la necesidad de vender. El problema planteado para los historietistas era, en ese entonces (y sigue si�ndolo, por desgracia), el compatibilizar una creaci�n inteligente con una estrategia comercial que permitiera abrir una v�a rentable. En lo personal, pienso que el problema ha sido hasta el momento mal enfocado, puesto que muchos autores han tenido una actitud beligerante hacia la cultura (y por esto entiendo que se trata de un problema de inscripci�n en nuestra historia cultural). Lihn no se planteaba esos problemas y por eso no ca�a en "errores" desde el punto de vista de la creaci�n. Su c�mic inconcluso es perfectamente coherente con sus propuestas autoriales. Tiene el inter�s de ser una obra personal y que propone interesantes caminos narrativos. Es desde ese terreno desde donde se puede criticar la obra y no desde par�metros industriales inexistentes en nuestro pa�s. A mi parecer, los mayores problemas en el c�mic de Lihn se plantean a nivel de c�digos espec�ficos de este lenguaje.

No resulta casual que la edici�n de �Roma, la loba� se encuentre pareada con un encuentro que Alejandro Jodorowsky tuvo hace algunos a�os con profesionales nacionales de la historieta en Santiago. No se trata s�lo del hecho de colocar juntos a viejos amigos, sino a dos escritores que se han preocupado del c�mic. La diferencia est�, por supuesto, en que Jodorowski es ya un guionista relevante en la historia del c�mic y tiene una actividad permanente y con su propia especificidad en este campo.

Otro de los hechos que me vino a la cabeza cuando empec� a releer �Roma, la loba� fue que cuando le� �La ra�z del omb�� de Julio Cort�zar, ilustrada por el uruguayo Cedr�n, no tuve las mismas aprensiones que para con el c�mic de Lihn. No s� exactamente a qu� se deba, pero intuyo que en ello influye el hecho de que al escritor argentino lo conozco m�s, se encuentra entre mis favoritos y ya hab�a le�do en su �Nicaragua tan violentamente dulce� sus opiniones favorables en torno al c�mic. Estaba predispuesto por muchas razones para que ese c�mic me gustara. Por otro lado, se trata de un estilo gr�fico que me atrae m�s, realizado con t�cnicas mixtas y collages. Pero, enfrentado nuevamente al texto de Cort�zar, me doy cuenta de que el camino que recorri� fue m�s seguro y que, en el �mbito de la historieta argentina, resulta indudablemente menos interesante que las producciones de sus connacionales. En este sentido es que una vez m�s me atrae, aunque no me convenza por completo, la obra de Lihn.

De todas maneras, enfrentado a estas dos obras y con el antecedente del trabajo de Dashiell Hammett, me doy cuenta de que la incursi�n de un escritor en el mundo del c�mic, como la de los pintores, est� fuertemente marcada por sus propias marcas autorales y que puede contribuir a este lenguaje desde su propia pertinencia. Esto porque el c�mic es un arte de la narraci�n, como lo es de la imagen, pero sobre todo un arte de la narraci�n por medio de im�genes y palabras.

La primera vi�eta del comic "Roma, La Loba" del gran poeta Chileno Enrique Lihn.



Estas vi�etas son un ejemplo de las osad�as del poeta-comiquero.


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